domingo, 6 de junio de 2010

Cuentos Góticos

El Gótico es un subgénero del Romanticismo; rotama algunas técnicas narrativas y leit motiv de éste, tales como la subjetividad, a lo que se debe la predilección de los góticos por los seres sobrenaturales (vampiros, fantasmas, monstruos) que muestran el lado siniestro u oculto del alma humana. Estas historias generalmente transcurren en lugares solitarios y oscuros (castillos, cementerios, ruinas, bosques). Por cierto, el cronotopo de las novelas y los cuentos del género gótico es el castillo que ofrecía una ambientación oscura a los relatos, pasadizos secretos, pasillos laberínticos, y sus muros guardaban los ecos de las trágicas historias de los antepasados. Desde la Edada Media, en Europa, circulaban muchas leyendas de castillos en los que se torturaba en cámaras subterráneas, de los que se escuchaban gritos por la noche y se sospechaba que albergaban las ánimas en pena de quienes habían muerto allí...
En este sentido, las historias del Castillo ubicado en la ista Libertad y la de Isabel Frutos, la enamorada que de tanto en tanto se aparece en la Azotea, ponenen una nota pintoresca del Gualeguaychú de antaño, y resaltan con sus relatos dos historias de verdadero amor. Otra leyenda que puebla la imaginación del norte y litoral de nuestro país, es la del lobizón: un personaje trágico por su dualidad de hombre y bestia, asesino y víctima de su propia maldición.
Las leyendas forman parte de la narración oral de un pueblo y hacen a su identidad y desde la literatura conforman un importante fermento del que muchos escritores no han resistido su influencia, tal es el caso de las Leyendas de Bécquer.
A continuación, las producciones de los chicos de 3° B del Ciclo Básico Común del Instituto Pío XII:


El lobizón
Dice la leyenda que, cuando un matrimonio tiene siete hijos varones seguidos, el séptimo se convierte en lobizón al llegar a la juventud. Esa transformación tiene lugar los viernes de luna llena a la medianoche. Dicen que suele atacar a las personas y la única forma de matarlo es con una bala de plata…










El lobizón...


por Milagros Majúl


Recuerdo mis años de pubertad, que mi abuelo se sentaba conmigo en el jardín y me contaba historias atroces. Mi madre, Amélie, solía enfadarse con él porque consideraba que yo era muy pequeño para oírlas.
Una noche logramos escabullirnos de ella, y me relató una serie de sucesos escalofriantes que vivió cuando joven:

Todos piensan que esta leyenda es una más del montón, pero para mi familia es una penosa y trágica realidad. Sucedió hace mucho tiempo, yo no tenía más de veinte años. Mis progenitores tuvieron siete hijos varones, y yo, soy el sexto de ellos. Entre todos, con gran esfuerzo, nos llevábamos extraordinariamente y hacíamos un gran trabajo en conjunto; todos ayudábamos con las plantaciones de maíz de la familia. Un día, las cosas cambiaron rotundamente; nos levantamos para comenzar a cultivar, y Sam, el séptimo de mis hermanos, no se encontraba en su cama. Pasaron los días y estábamos exhaustos de tanto buscarlo, pero nadie sabía nada de él. Transcurrieron dieciocho años. Nuestra esperanza empezó a flaquear. Mi padre había muerto de viruela tres años atrás y mi madre muy débil, no tenía fuerzas para continuar.
En un amanecer álgido y tormentoso, golpearon la puerta. Muy nervioso me dirigí hacia ella y la abrí. No podía creer lo que veía... ¡Sam había retornado! Su llegada nos conmocionó tanto que no parábamos de observarlo. Nos sentamos alrededor del fuego y él nos contó su historia:

- Días antes de mi partida, sentía una extrañeza incontrolable como mareos, una fuerza excepcional y que me crecía mucho vello en mi espalda.
Esa noche de luna llena del viernes, mis ganas de ser libre se soltaron por completo, tuve necesidad de matar, ganas de salir de ese encierro interior.
Caí intensamente, y produje un temblor en el suelo; mi cuerpo se retorcía, mientras sentía que de mis manos y pies crecían pezuñas espeluznantes, desgarrándome toda la piel. Y finalmente, me erguí; salí de casa a galopes, sin mirar hacia atrás. Lo primero que hice durante un gran lapso de tiempo fue correr. Correr sin destino alguno, y podría jurar que debajo de ese pelaje oscuro, todavía se encontraba mi verdadero yo.
Sentía más miedo del que cualquier criatura pueda imaginarse; mientras más corría, más pensaba, y en un instante de abatimiento, me derrumbé sobre el suave pastizal, y dormí, tal vez, más de cuarenta y ocho horas. Al despertar, me encontré otra vez con forma humana, desnudo, en medio de un oscuro cementerio. No brillaba una luz, no se oía ni el silencio. Estuve atemorizado de la cabeza a los pies, no pude moverme, el frío recorría cada rincón de mi cuerpo, y me hacía estremecer. Esperé a que salga el sol, y recorrí el lugar. Cerca de la entrada, se encontraba una casilla deshabitada, perteneciente evidentemente al cuidador del cementerio. Allí pude encontrar algunas prendas tiradas en el suelo, con las que me vestí.
Salí a recorrer el mundo, con mi nueva personalidad. Tuve la suerte de conocer a dos de mi especie. Ellos eran más grandes que yo y sus ojos eran refulgentes como dos brasas encendidas. Una vez, recuerdo, que los vi asesinar un grupo de gente que concurría a la vieja Iglesia del pueblo donde nos encontrábamos. Mis ojos se transformaron ¡Cómo es que pueden ser tan salvajes! ¡Bestias!... Y luego comprendí…
El ropaje en la casilla, había pertenecido a una pobre víctima de mi hambre.
En una oportunidad, cuando estaba a punto de degollar a una pareja de ancianos, percibí la presencia de otro individuo en la alcoba. Distinguí de quién se trataba y me hallé ante la mujer más bonita que jamás había visto. Sus ojos eran negros y su cabello dorado con rizos. En ese momento supe que con ella compartiría el resto de mis días. Su hermosura hizo que me debilitara, y volví a mi forma humana. Desperté en un camastro, y ella estaba a mi lado. Le pregunté su nombre y la razón por la cual no se había asustado y amablemente me contestó que ella se llamaba Claire y que tenía una historia similar a la mía. Su tío también fue el séptimo hijo varón de la familia y también se transformó en lobizón al llegar a la juventud. Le conté la situación en la que estaba y me aconsejó que volviera con mi familia, que no me sintiera avergonzado, porque tenía que aceptar mi realidad.

Luego de que Sam nos contó lo que le había sucedido, todos pudimos entenderlo y lo ayudamos a seguir adelante. Pasamos diez años muy felices, cada uno con esposa y muchos hijos.
En un crepúsculo, vino Albert, el criado de Sam, y nos informó que su amo, luego de alimentarse, regresó con Claire, su esposa, pero sin intención alguna, se transformó. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Cuando reaccionó, ya no había vuelta atrás.




Juan el niño lobo

por Héctor Silva

Todo empezó un 25 de Mayo del año 1875, en una tarde, que entre familiares festejábamos el cumpleaños de mi abuelo. Había torta frita, empanadas, pizza, de lo que buscase. Para entretenerse a mayores, entre varones jugaban al truco, tocaban la guitarra y bailaban, las mujeres estaban alrededor del fuego, hablando cosas de mujeres que yo nunca entendí y no me importaba saber de qué se trataba; y los chicos jugábamos a la pelota. La fiesta estaba muy buena, pero se puso a un mejor cuando llego mi tío al que yo mas quiero, a él desde chico lo llamaban Tengue. Era un muchacho fuerte, alto, pelo corto, usaba un jopo que estaba de moda en esos días, siempre bestia de bombacha de campo, camisa, pañuelo, alpargatas en fin, era todo un paisano, serio como él solo, pero de muy buen gusto por así decirlo, siempre andaba a caballo.
Luego que él saludó a todos, la fiesta siguió y cuando se pusieron a relatar historias y cosas que les habían pasado, le tocó a mi tío contar algo. Entonces él dice que se acuerda que cuando era un niño e iba a la escuela, un amigo suyo que se llamaba José Ignacio Ramírez le contó que su tía estaba por tener un hijo ese mismo día a la tarde y sería su séptimo hijo varón. No sabía qué hacer con él. Porque en aquellos tiempos se decía, es más, se creía, que el hijo número siete luego de seis varones era lobizón, pues entonces, debería ser muerto antes de que crezca y haga daño a la gente.
Entonces mi tía al no querer entregar a su hijo se fue a un pueblito en Cochinoca con el nenito y los otros seis, y al cual le puso por nombre Juancito. Cuando llegaron al pueblo se hizo muy amiga de Doña Susana.
Este pueblo estaba muy privado de los adelantos tecnológicos de la época. Las casas eran de barro y paja, había una comisaría con solo tres policías y el alguacil al mando. También un doctor, la pulpería que tenía todo lo necesario para vivir, y un sacerdote en una iglesia, enorme, en el centro del pueblo, de puntas agudas, escaleras inmensas y campanas dentro de las cuales estaban grabados los nombres de los sacerdotes que habían pasado por ahí, además de largas habitaciones vacías para los misioneros. En la parte de atrás de la iglesia se encontraba el cementerio, muy grande y antiguo cubierto de enredaderas y telarañas, el cual da el pase al bosque de el viejo Aramburo.
La señora Susana le dijo a mi tía de hacer bautizar a el niño y que el presidente debía ser el padrino para que no se cumpliese la maldición.
Mi tía pues intentó comunicarse con el presidente pero no tuvo éxito. Así que fue bautizado igual, porque el tiempo pasaba y Juancito crecía; el padrino fue el doctor.
Cuando Juan ya era un muchacho grande le picó el bichito del amor y se enamoró de la hija del aguacil y ella también de él. En una oportunidad, Juan le mandó una carta con un hermano diciéndole que la esperaba en el bosque de Aramburo a la medianoche, cuando su padre estuviera dormido. Juan, como de costumbre, llegó temprano y al caer la medianoche se convirtió en un ser horrible, despiadado y sin conciencia. No entendía lo que le pasaba; cuando llega la chica él la ataca, la rasguña y la lastima mucho, él se asusta y se va al verla con sangre. La joven se desmaya y la encuentra el padre tirada en el cementerio, acuden al doctor pero no reacciona, seguía dormida, al día siguiente, Juan le pregunta a su madre "¿por qué soy así? ¿Que tengo? ¿Qué me han hecho?" La madre le cuenta la historia a Juan, decide marcharse a lo profundo del bosque, para no lastimar a nadie pero antes de irse le da una carta a el hermano para su enamorada.
Luego de unos días, la enamorada vuelve en sí pero no entiende nada, entonces va en busca de Juan; no lo encuentra, pero sí a su hermano y éste le da la carta, ella va para su casa, la abre y la lee:



`Hola mi bonita estrella, cuando estés leyendo esta carta yo ya me habré marchau, porque me entere de mi verdad que te la guá a contar ahora pues, mi amá tuvo siete hijos machos, y como yo soy el ultimo, llevo conmigo pegáu al alma una maldición que no puedo curar, siempre que haiga luna llena yo me guá a convertir en esa fiera que te ha hecho daño.
Pues por eso he decidido marcharme pá ya. Pá no poder hacerte daño ni a vos ni a nadie. Pero quédate tranquila que yo siempre guá a estar ahí pá protegerla, solo mira la luna y yo guá a aparecer, te quiero mucho.
Juancito´

Esa es la historia que me conto mi amigo Ignacio, y dicen los que saben, que es cierto y que en las noches de luna llena Juan sale a aullar a la luna para acordarse de su estrella bonita.
Después de escuchar la historia de mi tío, me fui a tomar mate con doña Susana, ja.



La Azotea de La Palma



…una bella quinceañera, Isabel Frutos, se había enamorado del muchacho equivocado (un peón de la familia). En aquella época era imposible semejante unión, así que Isabel fue confinada en la Azotea de Lapalma, donde murió de amor. En nuestros tiempos, se la ve, cual sombra fugaz, algunas noches de luna.





Morir de amor…
por Andrea Merlo

Hace mucho tiempo que mi familia estaba buscando casa. Desde que mi padre perdió nuestra vivienda en una apuesta hemos estado viviendo precariamente. Finalmente, una tarde de abril, llegaron buenas noticias para la familia: el dueño de una hacienda estaba interesado en vender su propiedad a un precio muy accesible. Mi padre se apresuró a comprarla, y unas semanas después nos mudamos a ella.
Nuestra casa era realmente acogedora y tenía un patio bellísimo, pero aún así me llamó mucho la atención una mansión ubicada muy cerca. Era diez veces más exquisita y denotaba haber pertenecido a una familia de una gran clase social, pero las enredaderas que cubrían sus muros le daban la apariencia de estar deshabitada.
Ésta mansión siguió atrayéndome de un modo impresionante, hasta que un día no resistí más la tentación y salté la medianera que separaba ambas viviendas. El jardín vecino lleno de hierbas y malezas había perdido el encanto que debía haber tenido en otros tiempos, pero luego sucedió un hecho que me inquietó extraordinariamente: parada en un balcón de la mansión había una mujer palidísima que parecía estar sumida en un profundo pensar. Sólo esta visión me bastó para entender que ésta no estaba deshabitada, así que con una fuerte conmoción regresé a mi casa.
La aparición siguió asediando mis pensamientos por mucho tiempo, pero el temor me impedía volver a la casa. Una mañana de junio vi un titular en el diario que llamó mucho mi atención. Decía “A cuarenta años de la muerte de Isabel Frutos el pueblo se compadece”. Leí el artículo pero no obtuve ninguna información de importancia, pero se me ocurrió una idea. Corrí hacia la entrada de mi casa, ya que el cartero no debía tardar en llegar. Éste había nacido en el pueblo, y seguramente sabía algo de Isabel Frutos. En cuanto llegó lo saludé y le pregunté:
- Disculpe mi intromisión pero… ¿sabe usted algo de Isabel Frutos?
- Por supuesto que sí, es una historia muy conocida en todo el pueblo, pero es terrible, señorito… - respondió con alarmante inquietud
- Cuéntemela, por favor…
El relató la siguiente historia:
Isabel Frutos era la hija de una familia noble. Como se había enamorado de un peón de la familia la encerraron en esa casa que es la Azotea de Lapalma, y no quiso salir más. El hombre que les vendió la casa a ustedes afirmaba haber visto cosas raras y huyó cual alma que lleva el diablo como un cobarde.
Una fuerte conmoción se estaba apoderando de mi espíritu: ¡Lo que yo había visto era un fantasma! ¿Cómo podía ser posible? Y como esta revelación fue muy fuerte para mi, caí enfermo. Aunque me negué a comentar qué me inquietaba, mi padre se preocupó mucho por mi, pero no se le ocurrió trasladarme a otro lugar para proteger mi salud mental.
Tal es así que algunas noches de invierno sentía un frío helado sobre mis hombros, como si alguien se estuviera apoyando en mí, pero el terror me hacía esconderme entre mis sábanas. Otras, la puerta de mi habitación se abría cuando yo habría jurado haberla cerrado bajo llave. Incluso llegué a escuchar el sonido de una marcha nupcial cantada con una voz muy lastimera que me hacía compadecer de la pobre Isabel. Esa maldita alma hizo que me volviera demente, que perdiera mi salud y que arruinara mi juventud. Realmente maldigo la hora en que mi curiosidad hizo que saltara aquella medianera.



El diario de Isabel

por Mariana Blanco


Era una fría y tormentosa noche de invierno, cuatro adolescentes llamados Julieta, Federico, María y Joaquín se encontraban en la sala de estar de una antigua mansión.
Estos cuatro jóvenes se hallaban comentando sobre las cosas del corazón, el amor y todas las dificultades que tiene que pasar una persona enamorada para estar con su otra mitad, esa a la que se ama y por la que se es amado incondicionalmente. La guerra entre los pensamientos de la sociedad y los sentimientos de la persona, los prejuicios que existen entre las diferentes clases sociales, y la absurda creencia de que dos personas de diferentes condiciones sociales y económicas no pueden estar juntas, más allá del amor que sientan el uno por el otro, esta última cuestión constituía el tema central del debate.
En cierto punto de la conversación, todos notaron que Julieta no estaba prestando atención a la apasionante charla. La chica permanecía callada y pensativa. Parecía ausente, pensando en otra cosa, en algo que le perturbaba o tal vez era algo que hacía que no se sintiera bien. Los chicos estaban preocupados por la conducta de su amiga que siempre era entusiasta y participaba activamente de todas las conversaciones que se entablaban. Así que Federico fue el primero en preguntarle.
Federico: - ¿Qué te pasa, Juli? Estás rara. Julieta: - Eh… es que hablar de estos temas me hace acordar a una historia que me contaron hace unos años. Joaquín: - ¿Qué historia? Contanos. Julieta: - Es algo que le pasó a mi tía-abuela. Ella dejó un diario, en el que relata toda su historia a medida que va pasando el tiempo. Ese diario ahora es mío. Lo llevo conmigo a todos los lugares a los que voy. María: ¿Y lo tenés acá ahora?Julieta: Si. ¿Quieren que lo lea?Joaquín: Bueno, dale. Julieta saca el diario de su cartera y comienza a contar la historia: Mi Diario de 15 años.

Día 5 de Mayo
Querido diario:
Quería contarte que hoy conocí a un hermoso joven. Se llama Francisco y es el nuevo peón de mi familia. Pero me preocupa mucho enamorarme de él. Mi familia es una de las tantas familias que defiende la teoría de que los integrantes de una pareja deben tener la misma posición social y económica. Por lo tanto, si me enamoro de él, mi destino no va a ser para nada feliz.
Ahora debo ir a probarme un vestido para la fiesta a la que acudiré el sábado próximo. Mi madre está llamándome.




Día 20 de Junio
Querido diario:
Tengo que contarte que cada día me siento más y más atraída hacia Francisco. Y aunque me cueste decirlo, me temo que quiero algo más que una simple amistad con él. Pero no puedo, nuestras diferencias en cuanto a condiciones no nos lo permiten. Y mis amigas dicen que él siente por mí, lo mismo que yo siento hacia él. Creo que me estoy enamorando, y lo estoy haciendo más rápido de lo que pensé. Pero si no se puede, deberé entender que él no es para mí, así como yo no soy para él.



Día 25 de Junio
Querido diario:
Estoy muy preocupada y me temo que mis padres tienen dudas con respecto a mis sentimientos hacia Francisco. Ellos no se pueden enterar, sería el fin para los dos que mis padres lo sepan. Así que deberé olvidarlo y buscarme otro amor, aunque esté muriendo por dentro. Tengo que ir a cenar, mi padre está llamándome.


Día 2 de Julio
Querido diario:
Mis padres acabaron por enterarse de mis sentimientos hacia Francisco. Y saben, también, lo que él siente por mí. Por mucho que traté de borrarlo de mi cabeza y de mi corazón, no lo logré. Y ahora ya es demasiado tarde para hacerlo. Ya mis padres lo saben, y lo despidieron de su trabajo. Se fue de la casa hoy por la mañana. A mí, me dieron una extensa charla en la que trataron de hacerme entender que las diferencias del tipo social y económico sí son importantes para una pareja, y si quiero formar una buena familia, mi esposo tiene que ser igual a mí.

Día 7 de Julio
Querido diario:
No lo resisto, no puedo tener una vida feliz si no tengo el amor de Francisco. Puede sonar un poco egoísta de mi parte. Yo, que siempre lo tuve todo, que nunca se me negó lo que pedía. Me encuentro sola y triste. Mi vida ya no tiene sentido. No me sirve todo lo que quieran darme. Ni tierras, ni vestidos, ni fiestas todos los sábados, ni zapatos comprados en Francia, ni regalos… ninguna de estas cosas se compara con la alegría que sentía al ver a Francisco todos los días. ¿Cómo se puede pasar la vida así? Vacía y absurda… sin sentido. Así me siento. Es por eso que tomé una decisión. Ya que no encuentro felicidad en mi vida, prefiero no respirar, prefiero morirme antes que tener una fría, triste e infeliz existencia.

Julieta: Ella se mató, murió de amor. Se dice que en estos tiempos se la ve en algunas noches de luna, como una sombra fugaz. María: ¿Y él?Julieta: De él, nunca se supo nada más…



Amor verdadero

por Victoria Marsico


Hoy ha sido una noche extraña a comparación de las otras noches ya que el tiempo está tormentoso y mis padres nose encuentran en esta ciudad por lo tanto me quedé en casa de mis abuelos.
Ya habíamos terminado de comer, mi abuela se fue a dormir, y yo me quedé con mi abuelo en el sofá del living hablando un buen rato… de pronto él me dice:
- ¿Quieres que te cuente una historia?
– sí Abu, contamelá ahora total estamos sin hacer nada y no hay nada para ver en la tele.-le respondí .Y así comenzó su relato:
Hace muchos años, un joven llamado José de unos 20 años que empezó a trabajar en un pueblo cerca de Gualeguaychú como peón de una familia noble, la cual estaba compuesta por una quinceañera llamada Isabel Frutos y sus padres.
En su primer día se asentó muy bien al ambiente y no pudo resistir ni un segundo en hablarle a la jovencita que era muy hermosa y sencilla a primera vista, aunque todavía quedaba mucho por conocer.
Pasaron unos dos meses y su relación con Isabel era cada vez más cercana. Lamentablemente, el Señor Frutos le dijo a su hija que dentro de unos meses se tendría que casar con el Señor Méndez, proveniente de una familia de clase alta, pero Isabel le dijo:
- Padre, yo no me voy a casar con alguien que no amo y no me vas a poder obligar.
- Usted va hacer lo que yo diga, ¿escuchó bien jovencita?
Isabel se fue corriendo al jardín y subió a la torre donde siempre se refugiaba cuando quería estar sola. En ese momento, aparece:
-¿Qué te pasa amor? ¿Por qué estás triste? Le dice-
- Mi padre quiere que me case con un hombre al cual no amo y apenas conozco.
-No puede obligarte hacer eso, si vo´ queré nos vamos pál campo donde está mi familia.
– No puedo responderte eso ahora. Te pido que me dejes sola, tengo que pensarlo bien.
Isabel estaba desconcertada por la propuesta que le había hecho su padre…no podía creer que con tan solo quince años ya sería una mujer casada. Ella escuchaba a su corazón y este le decía que se escape con su amor, José, del cual nadie sabía que estaba enamorada, pero su cabeza le decía que se tenía que quedar en su casa y hacer lo que el padre le pidiera. Para despejar su mente un poco salió de la torre y se fue a caminar por el jardín.
José no aguantaba ni un segundo más retener ese amor que sentía por la joven, entonces cuando la vio fue corriendo hacia ella y le dijo:
- ¡Espera! tengo que decirte algo muy importante que te lo tendría que haber dicho hace mucho tiempo.
- Dime José, me estás asustando-le contestó Isabel.
- La verdad es que te amo y no puedo contener todo el amor que te tengo, en el primer momento que te vi me enamoré en un instante y no tiene explicación todo lo que siento por vos. Pero sé que es imposible nuestra relación porque tenés que obedecer a tu padre y casarte con ese Señor, me cuesta mucho decirte esto pero bueno es lo que tengo pa´ decirte.
Isabel:- A mí me pasa exactamente lo mismo, pero también sé que no es lo correcto y que mi padre no permitiría nuestra relación, lo mejor es mantenerlo en secreto hasta que encontraremos el momento justo para decírselo.
- Pienso lo mismo… bueno, me voy antes de que nos vean acá. Entrá a tu casa que está anocheciendo y está fresco.
-Bueno, vete antes de nos descubran. ¡Espera, me olvide decirte una cosa!
-¿Qué pasa mi amor?
I-Te amo.
- Yo también te amo.-le responde José acercándose a ella y besándola.
Ninguno de los dos quería alejarse del otro…hasta que ocurrió lo peor, apareció el padre, ellos se separaron de inmediato e Isabel le dijo:
- Padre, él no tiene la culpa fui yo la que lo besó ¡no le hagas daño por favor!
El padre muy furioso y la llevó a su habitación, donde la castigó golpeándola. Desde el jardín los gritos de ella que decían:
- ¡Yo amo a José y me quiero casar con él, entendeme por favor, no creo que quieras que sea infeliz el resto de mi vida!
El padre estaba mudo, no podía creer la humillación que su hija le había causado, le deja de pegar y la mete dentro del auto sin dejarla despedirse de su madre ni de su amor.
Viajaron durante unos veinte minutos hasta que llegaron a una casa antigua llamada La Azotea de La Palma. El padre la encierra en ese lugar sin darle ninguna explicación de cuando se volverían a ver.
Pasaron los días e Isabel estaba muy sedienta y hambrienta ya que no tenía nada para satisfacer sus necesidades vitales. Lo único que encontró fue un papel y un lápiz, que los utilizó para escribirle una carta a José pensando dársela cuando se vieran.
Al finalizarla cae muerta la pobre joven.
La encontraron varios días después y por suerte su padre tuvo un poco de consideración y le otorgó la carta a José.


Esa fue la historia querida nieta-me dijo el abuelo con los ojos lagrimosos.
-¿Abuelo porque lloras?- pasaron unos minutos.-Espera ¿vos sos José?
-La verdad querida es que sí, nadie sabe de esta historia, solamente vos.
-No se la voy a contar a nadie, ¿pero tenés la carta que te escribió?
- Sí, la llevo siempre conmigo para sentir que ella esta aquí... ¿quieres que te la lea?-pregunto mi abuelo.
- Sí abuelo, dale léela.
Abuelo:-
Mi amor:
Lamentablemente no pudimos pasar momentos juntos, pero quiero que sepas que yo también te amé desde el primer momento en que te vi y nunca me atreví a decírtelo, hasta ese día que nos encontró mi padre… ahora estoy encerrada en un lugar sin salida, sin alimentos ni agua. No creo que nos volvamos a ver porque no voy a vivir mucho más. Quiero que tengas muy en claro una cosa: siempre te voy amar viva o muerta y espero que seas muy feliz y que consigas una mujer que te merezca y tengas muchos hijos.
Eres lo mejor que me pudiste pasar en mi corta vida.
Dejo de escribirte, porque no me quedan fuerzas para mover la mano, quien se hubiera podido imaginar que iba a terminar así, pero ya no hay vuelta a tras. Nunca me voy arrepentir de lo que pasó … espero que nos podamos volver a ver.
Tuya siempre,
Isabel Frutos
.




Mi abuelo no paraba de llorar y yo no podía creer todo lo que me había contado, así que le dije:
-No te pongas mal, ella siempre te va a acompañar, no llores… ella no te quiere ver así.
- Pero sabes una cosa más… todas las noches de luna llena se aparece su alma en el mismo lugar donde murió y siempre que puedo voy a verla. Algunas pensarán que estoy loco porque quiero ir a ver un fantasma, pero a mí me pone muy feliz verla y recordar ese único beso que nos dimos. Siempre la voy a recordar en mi corazón.
-¿y a mi abuela la amás?- me animé a preguntarle.
-A tu abuela la amo, pero nunca va a ocupar ese lugar que ella dejó, porque es y va a ser para siempre mi amor verdadero.


Del Castillo frente al río…
…en el Castillo del río un enamorado rechazado por su amada le dio muerte a puñaladas. Ella era doméstica de la familia propietaria. Desde entonces, por las noches, se oyen ruidos extraños, especialmente cuando el Castillo se muestra deshabitado. Algunos afirman haber visto su fantasma.






El Castillo del río


por Carla Molina

Hoy, a mis ochenta y tres años, mi hermano, quien me ha escuchado y aconsejado correctamente desde que tengo memoria se encuentra sentado a mi lado, en espera de un gran relato. Encuentro una, un poco ajena, aclaro, pero tal es mi admiración por esta historia, que quiero contarla una vez más:
Me hallaba con una vieja, muy vieja amiga de mi familia, llamada Adele, de unos cincuenta y nueve años. Debo aclarar que la conozco desde que ésta tenía unos cuatro años, y yo, dieciocho. Sentados en la sala principal del asilo, donde me alojé durante años, tomábamos café y ella, con toda su gracia y desgracia, me contó una historia, que no es de poco valor, de hecho, marcó su vida para siempre, y la ha tenido que ocultar durante toda su vida…

Mi familia estaba compuesta por mi madre, quien sufría de asma, mi padre y yo, una niña con problemas de crecimiento, en esa época de unos seis años, y estoy hablando, creo, que del año mil ochocientos sesenta y tres.
Recientemente éramos propietarios del castillo frente al río. No tuve más remedio que aceptar el único lugar donde gente como nosotros podía hospedarse. Tenía más aspecto siniestro que de princesas, y todas mis expectativas cayeron apenas ingresamos por el pórtico principal, que para ser sincera, emitía un chirrido desagradable. Mi padre, en cambio, sí que estaba fascinado. El castillo tenía un jardín delantero, aunque no había rastro de flores; la puerta de roble era de un lóbrego marrón y a través de las ventanas, no podía verse ni la luz del sol.
Solíamos ser tan unidos, compartíamos todo el amor posible desde que tengo memoria. Mis padres, se ausentaban en varias ocasiones, y tiempo era algo que jamás tenían; el dinero nunca fue un problema, ya que pertenecíamos a la alta burguesía.
Recuerdo muy bien que todo inició en el invierno más frío en la ciudad, cuando colgaba hasta la más minúscula escarcha de hielo, no se oía ni el más agudo canto de los pájaros y la oscuridad acechaba desde las cinco de la tarde.
Una mañana, comenzaron a entrevistar gente para que estén en casa, y cuidaran de mí, en pocas palabras, para que alguien reemplazara sus lugares.
Días después, contrataron a dos empleados: uno de ellos, carente de pelo, con facciones profundas, se encargaba de la limpieza de la casa; y la joven María, de pelo negro azabache y ojos claros, cuidaba de mí la mayor parte del tiempo. La verdad es que por cualquier persona que no fueran mis padres sentía un fuerte rechazo, y a ella le fue difícil conseguir mi amistad, pero con un gran esfuerzo de su parte, la obtuvo. No me basta con decir que en un mes nuestra confianza dio un enorme paso, y pasar las horas con María era una maravilla; dibujábamos, cantábamos y jugábamos constantemente.
Cuando el día se acababa, mi padre Charlie, luego de llegar del trabajo, nos observaba tenazmente inmóvil desde su mecedora; mientras que María, se empeñaba en hacer a la perfección sus tareas. Hoy puedo asegurar que el interés entre ambos era completamente inaceptable, considerando la década en la que estábamos.
El asma de mi madre, Denise, empeoraba hasta dejarla postrada en su camastro; por lo tanto Charlie buscó urgentemente un médico que pudiese solucionar semejante problema.
A eso de las diez de la mañana, el doctor Filetti llamó a la puerta de mi casa, y luego de revisarla, salió de los aposentos para hablar con mi padre.
-Lamento comunicarle que su esposa sufre de una tuberculosis, como consecuencia de la poca medicación para su problema del asma. Le recomiendo que la apoye en sus últimos momentos de vida, pero tenga cuidado porque el contagio, si usted no está en tratamiento, puede ser muy peligroso.-Diciendo esto, Filetti se retiró.
Yo me sentía completamente abrumada cuando mi padre me explicó en qué consistía la enfermedad y me prohibió acercarme a mi madre. A mis seis años de edad, no comprendía en su totalidad la situación, pero asevero que fue un gran golpe para mí.
Mis actividades diarias seguían siendo las mismas, gracias a María, que me mantenía bien ocupada; mientras, veía que Charlie no respondía a los llamados de Denise. Ella se desesperaba, le faltaba el aire, sentía hambre, y él, pese a su sufrimiento, cerraba la puerta sin importarle nada, sin asistirla ni escucharla, e iba a contemplarnos como todas las noches; con la diferencia, de que cada vez estaba más infame, escalofriante y vehemente.
Mi querida madre falleció dos semanas después de la visita del doctor, y por esta desgracia, se presentó insólitamente mi petulante abuela llamada Clothilde, madre de mi padre.
Charlie constantemente trataba de evadir a su progenitora, pues ella era intolerante. Todo le parecía una aberración, incluso estaba en desacuerdo con que la empleada de la casa sea tan colega conmigo. Esta fue una de las razones por las que yo imité el accionar de él.
Pude notar, que la relación entre mi padre y María era demasiado estrecha. Al atardecer, me di cuenta de que ninguno de los dos se encontraba en el castillo, así que los busqué en la cocina, en los aposentos, en los baños, y curiosamente no los encontré. Salí al jardín, ya que lo último que quería era estar con mi abuela, y los vi. Por fin los vi. El estaba con una botella de alcohol en la mano, expresándole cosas que nunca supe, mientras que ella derramaba lágrimas, demostrándole su desacuerdo.
Me di la vuelta, para no seguir viendo esas horribles escenas, y vi a Clothilde con un aspecto de disgusto, dirigiéndose directo a ellos.
-Tan poco te di en la vida, para que me pagues así. Si tu padre te viese… ¡si tu padre te viese! Estaría íntegramente en discordia con esta situación. ¡Donde quedó tu dignidad y tu educación! Yo esto, no lo voy a permitir.- La oí decir, hasta que me alejé para que no advirtieran mi presencia.
Al día siguiente, desperté en mi cama, y sobre la mesa a mi lado, hallé un pequeño trozo de papel. En él decía:
Has sido para mí, una amiga. Más que una amiga, y agradezco haber tenido la oportunidad de compartir el tiempo juntas. Debo decirte que no es mi intención ausentarme, pero así debe ser. Espero de verdad que me recuerdes, como yo te voy a recordar.
Esa carta provocó un fuerte impacto en mí, me dejó enteramente paralizada.
Me dirigí a la cocina y vi a mi padre, con un cuchillo todo ensangrentado a su lado, mientras limpiaba sus sucias manos con un trapo. Las ollas estaban en el fuego, cocinando algo que olía extrañamente. Y Él me sonreía… como si nunca hubiese pasado nada, como si los problemas se disiparan cual un pestañeo.